Sentencias ciudadanas (parte II)

Hace ya medio año que escribí, en Borde Jurídico, el primer artículo de sentencias ciudadanas. Ese tiempo me ha permitido conocer, sobre todo en redes sociales, el sentir de varios profesionistas del derecho sobre la necesidad de adoptar un lenguaje sencillo en los escritos jurídicos (desde la demanda, escritos de pruebas, alegatos, recursos, autos, interlocutorias y sentencias).

En una pequeña encuesta que hice en Twitter (aclarando que, por su naturaleza, no tiene ningún rigor académico) al preguntar quiénes deberían de utilizar un lenguaje sencillo en el ámbito jurídico, un 20% contestó que los juzgadores, 1% que los litigantes, mientras que el 80% refirió que ambos.

De lo anterior podemos advertir que la gran mayoría de operadores jurídicos está a favor de hacer más claro el lenguaje que se utiliza en procesos judiciales, de manera que estos sean comprensibles para el ciudadano que está involucrado en el litigio.

No obstante lo anterior, también he leído algunos comentarios en contra del lenguaje claro. Por ejemplo, en Facebook algunas personas comentaron que este tipo de ideas hace que nos apartemos de los abogados de antaño, “que utilizaban un lenguaje florido y elegante”; otro cibernauta señaló que se pretende que los jueces terminemos hablando como comentaristas de programas televisivos de entretenimiento matutino

Al efecto, me gustaría hacer algunas aclaraciones sobre las sentencias ciudadanas:

  1. a) El hecho que se pretenda redactar sentencias de fácil comprensión, no significa pasar por alto los conceptos jurídicos propios de cada materia. Por ejemplo, los términos de prescripción, caducidad, usucapión, apelación, revisión, suplencia de la queja, entre otros, deberán seguirse utilizando en las resoluciones.
  2. b) Habrá ocasiones que la materia del litigio sea sumamente compleja, como sería la bursatilización de la deuda pública o asuntos fiscales de fondo. En dichos juicios se mezclarán un gran número de términos contables, fiscales y jurídicos que escapan de la comprensión de la mayoría de la población. En estos casos, el juzgador deberá utilizar tales conceptos especializados a efecto de no provocar incertidumbre entre las partes. Quisiera destacar que el número de juicios que se ventilan en los tribunales de tal complejidad no debe pasar del uno porciento.
  3. c) Las sentencias ciudadanas pretenden acercar la impartición de justicia a los ciudadanos. De ahí la necesidad de que las resoluciones sean fácilmente entendibles.

La utilización del lenguaje claro es algo común para otras profesiones. Imaginemos que un paciente recibe de su oftalmólogo el siguiente diagnóstico:

Padece a un glaucoma secundario a una retinopatía diabética proliferativa, lo que amerita aplicación de antiangiogénicos, vitrectomía y panfotocoagulación”.

En este caso, el interesado no entenderá cuál es su enfermedad ni en qué consistirá su tratamiento (a menos que sea médico). Lo cierto es que los doctores – generalmente – no le hablan así a sus pacientes; en el ejemplo anterior, seguramente el galeno le dirá al afectado algo parecido a esto:

Le subió la presión del ojo por el descontrol de la diabetes. Para curarlo hay que aplicarle una inyección para tratar de que mejore su visión, sacar el líquido que está en su ojo y aplicarle rayos láser”.

Si los médicos, que tienen un lenguaje muchísimo más complejo que el que utilizamos los juristas, tratan de explicar de manera clara a sus paciente cuál es su enfer3medad y en qué consistirá su tratamiento, por mayoría de razón, los juzgadores debemos de redactar de manera clara nuestras resoluciones.

Como abogados podremos seguir utilizando un argot jurídico complejo en otros foros: al escribir un libro, en un artículo, en una conferencia, en el salón de clases, en un blog, en redes sociales, etcétera. En estos casos, nuestros destinatarios son otros juristas que comprenderán perfectamente nuestro discurso. Pero cuando el receptor de nuestro mensaje sea un ciudadano ‘de a pie’, debemos esforzarnos para que nos entienda fácilmente.

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