¿QUÉ ES LO QUE NOS HACE HUMANOS? A PROPÓSITO DE BLADE RUNNER

¿QUÉ ES LO QUE NOS HACE HUMANOS? A PROPÓSITO DE BLADE RUNNER
Por Tito Garza Onofre

“Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad”

Wislawa Szymborska

1. Nostalgia por el futuro
Basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, la película Blade Runner se estrena en el año de 1982. Dirigida e ideada por Ridley Scott, la trama aborda las complejas relaciones de los seres humanos en un lúgubre escenario distópico, situando en la ciudad de Los Ángeles, California, en 2019. Dos años antes de alcanzar la fecha que enmarca la ambivalente historia del agente Rick Deckard, protagonizado por Harrison Ford, en su intrincada búsqueda tanto por encontrar su identidad como en la tarea de cazar androides (a los que se denomina “replicantes”), se ha estrenado Blade Runner 2049, secuela de esta ya clásica producción de ciencia ficción, ahora dirigida por Denis Villeneuve, aunque bajo la producción ejecutiva de su ideólogo original.

Tuvieron que pasar treinta y cinco años para darle cuadratura y continuidad a una historia que clausuró cualquier intento por la certidumbre. Al optar por la interpretación de cada espectador, a partir de un enigmático final abierto, Blade Runner se erigió como una obra perfecta para echar a andar la imaginación, para que el cierre de la trama lejos de aclarar y dotar de sentido a toda la narración, propulsara hipótesis y teorías sobre lo que pudo haber pasado en un futuro incierto. Un futuro que, aunque no deja de ser una posibilidad en el tiempo, tal vez, sería mejor que no lo fuera. Y es que, en general, las dos películas que conforman hasta ahora la saga en cuestión destellan intensamente una nostalgia por el futuro, una extraña sensación de añoranza por algo que nunca se ha tenido. Por algo, tal vez, que no es más que el mismo presente.

2. “Nunca has presenciado un milagro”
La celeridad de nuestros tiempos se contrasta con la inconciencia y parquedad con la que nos relacionamos con el planeta. En la actualidad al estar desafiando las alturas con pretenciosas construcciones informes, devastando cerros y montañas, sobrepoblando las ciudades, desforestando los escasos bosques que subsisten, y en general evitando un estilo de vida más austero, penosamente podemos imaginar un futuro mejor.

El escenario en el que se desarrolla Blade Runner 2049 es el de un mundo postapocalíptico, cuya tenebrosidad resulta extrañamente familiar. Entre un cielo sin sol, abrumado por la radioactividad y la contaminación, y montañas de basura que sepultan lo que un día fueron grandes metrópolis, la sociedad sobrevive a base de productos sintéticos y se entretiene gracias a la realidad virtual.

A pesar de que en la trama de Blade Runner en el año 2022 un gran apagón global dejó a oscuras muchas ciudades, generando que toda la información electrónica quedara estropeada, el entorno sigue exhibiendo su absoluta dependencia a la tecnología para perpetuar su existencia. Así, mientras que enormes hologramas y radiantes luces neón iluminan las calles, los únicos árboles que aun se encuentran de pie están muertos, los animales escasean, la madera es un lujo de otras épocas, y los únicos cultivos naturales existentes son clandestinos.

Durante las últimos años hemos sido testigos de trágicos eventos que le han arrebatado la vida a cientos de personas alrededor del mundo. Fenómenos naturales que nos recuerdan nuestra fragilidad como humanos y la esencia de vivir en comunidad.

Y es que si se ha de acabar el mundo, claramente, no será al más puro estilo cinematográfico. La clásica idea del apocalipsis según Hollywood, por lo general, postula el fin de los tiempo en un lapso breve y vertiginoso, tan fugaz como suficiente para acabar con una ciudad de la noche a la mañana. Nada más errado. El fin del mundo será de forma dosificada, poco a poco estamos destruyendo el planeta, al momento de adecuarlo a nuestros volubles caprichos y cuando actuamos pensando a corto plazo.

En ese sentido, no cabe duda que la posmodernidad ha venido a dotarnos de una serie de herramientas tecnológicas que facilitan nuestras vidas. Sin embargo, lamentablemente, muchas veces se genera una paradójica relación entre nuestras supuestas necesidades y los recursos que se encuentran disponibles, una contradicción que provoca una absoluta desestima por el mundo que habitamos.

A partir de la última escena de la primer película de Blade Runner, es posible reflexionar entorno a las condiciones medioambientales de nuestro planeta. “Todo se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia”, menciona la última frase del emblemático monólogo final del replicante Roy Batty. Resulta indispensable dejar de normalizar la prosperidad, entendiendo a la tierra como un lugar donde la escasez es excepción y el bienestar una constante, para así poder estar en condiciones de entender a la naturaleza como un milagro. Un milagro temporal y perecedero, el cual todavía tenemos la fortuna de presenciar. Y que, por tanto, nos corresponde respetar y cuidar.

3. Pálido Fuego
Después de Lolita, quizá uno de los libros más conocidos y celebrados de Vladímir Nabokov es Pale Fire (traducido al castellano como Pálido Fuego), en la que el escritor de origen ruso que mejor ha descrito la Norteamérica profunda, construye una novela experimental, o llanamente una metanovela, a partir de un extenso poema ficticio de 999 versos escritos por el difunto poeta John Shade, el cual a su vez es comentado y estudiando desde la visión del académico Charles Kinbote.

Más allá de las distintas interpretaciones que se le han dado al contenido de esta alegórica novela nabokoviana, una de sus mayores virtudes radica en evidenciar los límites de la realidad frente a la ficción. La tajante línea que divide lo imaginativo de lo fáctico, se torna endeble cuando la duda se encarga de solventar las grietas y fisuras dejadas por la cotidianidad. Ensamblando intersecciones y completando la insuficiencia de lo habitual, Pale Fire se erige como un indescifrable monumento literario a medio camino entre las expresiones de las cosas reales e ideales.

De ahí que no resulte casual que en una de las escenas inaugurales en las que confluye la extraña interacción cariñosa de un androide con un ser animado por realidad virtual, aquella en la que aparece por primera vez Joi, la amante holográmica, interpretada por Ana de Armas, del replicante que da vida Ryan Gosling, el agente “K”, se devele que el libro favorito de este sea precisamente el escrito por Nabokov. El simbolismo que trasluce dicho acontecimiento, por sus profundas connotaciones paradójicas, provoca la afanosa sensación generada por la imposibilidad de distinguir entre humanos y autómatas, pues si bien los replicantes son idénticos que las personas en sus rasgos fisiológicos, ahora también parece que lo son respecto a cuestiones emocionales.

Así, en la película Blade Runner que transcurre en 2019 se utilizaban una serie de preguntas relacionadas preponderantemente con la empatía (el test Voight-Kampff), para diferenciar a los humanos de los androides. Treinta años después, en Blade Runner 2049, se vuelve a utilizar una prueba, más bien un profuso intercambio de preguntas y respuestas, que antes de aspirar a determinar la naturaleza de la persona sometida al cuestionario, ahora busca corroborar el estado psicológico de los replicantes después de cumplir sus labores, es decir en el presente el mero hecho de no ser un androide resulta insuficiente para satisfacer dicha calidad.

En ese sentido, resulta intrigante que el interrogatorio en cuestión no es otra cosa que el poema ficticio sobre el que se desarrolla la novela de Vladímir Nabokov. Los versos en concreto son los siguientes:

“…blood-black nothingness began to spin
A system of cells interlinked within
Cells interlinked within cells interlinked
Within one stem. And dreadfully distinct
Against the dark, a tall white fountain played.”

“…sangre-negra de la nada comenzó a girar
Un sistema de células interconectadas en el interior
De células interconectadas en el interior de células interconectadas
en el interior de un único ramo. Y terriblemente distinto
Contra la oscuridad, una alta fuente blanca jugaba”.

Así, el androide antes que estar respondiendo preguntas incesantes para que una máquina verifique sus modulaciones emocionales, lo que realmente sucede es la lectura de un poema. Un poema que, aunque ficticio (o por lo menos existente solo dentro de una novela), devela a través de la mirada del involucrado, los sentimientos de alguien sensible, una persona, sea humana o no, que se ha visto afectada por algún determinado suceso en su existencia.

¿Qué es lo que nos hace humanos frente a otros seres vivos? La idea de los otros, de los diferentes y de los ajenos, de esos que tienen que ser sometidos y utilizados para realizar las tareas que no se quieren hacer, no hace otra cosa más que continuar categorizando y segmentando a quienes comparten un mismo tiempo y espacio. Al continuar levantando barreras en un mundo construido a nuestra medida, entendiéndolo exclusivamente desde una óptica antropocéntrica, poco importa que incluso algunos androides sean “más humanos que los humanos”.

Aunque el fuego queme, su palidez no sirve para alumbrar. Mientras el monopolio del uso de la fuerza lo detente quien excluye a los diferentes, difícilmente existirán posibilidades para generar un entorno menos desigual. Un espacio en el que se protejan las interacciones entre todos los seres que pertenecen a una comunidad.

4. “Tengo recuerdos, pero no puedo decir si son reales”
Una de las principales ideas que constantemente aparece en el desarrollo de la trama de Blade Runner 2049 gira en torno a la fragilidad de la memoria, a las formas en cómo esta se construye, se deconstruye, y se derrumba, tanto de forma individual como colectiva.

A partir de los intentos por acceder al pasado y al conocimiento de la verdad, bajo una primera impresión, parecería que Blade Runner 2049 puede llegar a evocar –e incluso encumbrar– la memoria colectiva de un grupo social determinado (los replicantes) dentro de período temporal concreto, en oposición a la versión oficial impuesta por una rígida institución hegemónica y centralizada.

Sin embargo, a través de los recuerdos que impulsan las acciones del agente “K” es posible descubrir que la memoria no es unidimensional, ni está únicamente en sintonía con un cierto grupo, sino que la memoria y el contexto interactúan de maneras recíprocas, así como se combina y compone la memoria individual de una persona con las memorias colectivas de los grupos con los que se forja una relación. No por nada, Roberto Bolaño afirmó que “la memoria colectiva es tal vez una de las memorias mas débiles, de las más flacas memorias que pueden existir. Nunca se debe confiar en la memoria colectiva”.

Clamar por la existencia de una sola y unívoca memoria colectiva es una falacia. Las memorias son múltiples, divergentes, difusas e incluso contradictorias, pero eso no significa que consecuentemente resulten imaginarias, ni que el pasado solo sea una etérea construcción espuria.

Ante la imposibilidad de acceder a una versión oficial de la memoria, la presentación intimista de lo vivido por “K”, pone de relieve la subjetividad y el carácter profundamente personal de recuerdos tan privados e interiorizados, que concentran detalles que remiten a la propia experiencia del personaje. De tal forma que Blade Runner 2049 propone una forma diferente de hacer memoria, una forma en la que lo ficticio, lo no vivido, tiene un peso crucial para forjar vidas futuras y dotarlas de sentido.

Sirva el poema, precisamente, titulado Memoria de José Emilio Pacheco para condensar esta última idea:

No tomes muy en serio
lo que te dice la memoria.

A lo mejor no hubo esa tarde.
Quizá todo fue autoengaño.
La gran pasión
sólo existió en tu deseo.

Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto
tuvo al menos algún sentido.

5. “A veces para amar a alguien debes ser un extraño”
Queda claro que la ausencia no es motivo para no estar presentes. Durante todo este tiempo entre las dos películas, que sigue transcurriendo la historia del agente Deckard sin saber qué es lo que sucede en la misma, paralelamente los humanos que habitan la tierra parecen estar condenados por su egoísta visión antropocéntrica del mundo. En aras de alcanzar el desarrollo, estos sacrifican su humanidad que, lamentable y contradictoriamente, los termina privando de su propio futuro.

La saga de Blade Runner puede entenderse no solo como una acertada reflexión respecto al futuro de la condición humana, sino también como un poema visual que propone una reinterpretación del clásico proverbio que afirma que: nada de lo humano nos debe ser ajeno.

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