1. No es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario
Hace un par de años, en el marco del centenario del natalicio del afamado actor y comediante mexicano Mario Moreno, el ahora juez de la Corte Interamericana, Eduardo Ferrer Mac-Gregor destacó lo útil que puede llegar a ser una de las más afamadas películas de Cantinflas para enseñar Teoría del derecho o Derecho Procesal.[1]
Y es que en el memorable final de Ahí está el detalle (1940), aunque el juicio al que es sometido Cantinflas es más bien representado de forma exagerada por medio del típico procedimiento acusatorio adversarial del sistema anglosajón, queda claramente manifestada la importancia del lenguaje al momento de ser utilizado por los diferentes operadores jurídicos en las discusiones judiciales.
Si bien desde La Ilíada y La Odisea ya es posible distinguir tanto descripciones de prácticas jurídicas en la época arcaica, como escenas que abordan cuestiones ontológicas por medio del diálogo, es factible pensar que el centro neurálgico de muchas de estas manifestaciones se encuentra en el lenguaje. De manera esencial en el lenguaje como herramienta de persuasión, de convencimiento.
No por nada, Manuel Atienza, en la presentación de su obra Curso de argumentación jurídica, para referirse de manera literaria a las teorías de la argumentación jurídica que en años recientes han caracterizado a la filosofía del derecho, aduce la historia de la deidad griega Peitho, que además de representar en Atenas la persuasión racional en la dimensión erótica y en la política, también fue utilizada para personificar a una serie de virtudes cívicas.[2]
Sin embargo, el lenguaje en el derecho no solo se devela como una herramienta que sirve para argumentar y convencer, sino que también es utilizado para confundir. Para desentrañar la verdad y al mismo tiempo tergiversarla.
Como si fuera un arma de doble filo, este fenómeno distingue, para bien y para mal, a quienes despliegan sus actividades en el campo jurídico.
Aunado a procedimientos tan engorrosos como complicados, que obedecen a reglas cada vez más sofisticadas y formalistas, la utilización de palabrería excesiva y de términos complejos por parte de los operadores jurídicos en los procesos judiciales tiende a convertirse en una estrategia común, que incomunica a los involucrados con el objetivo de complicar y dinamitar un diálogo medianamente comprensible.
De ahí que tradicionalmente se empate a los operadores jurídicos, y en específico a los abogados, con alguien que habla mucho. Que habla mucho pero sin la seguridad de que diga algo. Mejor dicho, hablando pero no diciendo nada. Es decir, cantinfleando.
2. Sr. Justo Leal y Aventado (Leal por su padre y Aventado por su madre)
Quizá dentro de la vasta obra cinematográfica de Cantinflas, la película que ofrece más y mejores posibilidades para abordar temas jurídicos es Un Quijote sin mancha (1969).
Siguiendo una dinámica de representar distintas profesiones y oficios (médico, bombero, profesor, policía, barrendero, sacerdote, diputado, canciller), Cantinflas en este filme no encarna precisamente a un licenciado en derecho, sino a un estudiante de dicha carrera que lleva 10 años intentando terminarla y que al mismo tiempo ejerce de pasante en un prestigioso despacho de abogados en la Ciudad de México.
Cantinflas interpreta a Justo Leal y Aventado quien tiene que enfrentarse a las injusticias diarias del mundo jurídico, resistiendo adversidades de manera tan estoica como picaresca, bajo la tutela y el consejo de un anciano y sabio catedrático de derecho, Ramón Arvide (interpretado por el actor español Ángel Garasa), quien justamente arranca el filme recitando un empalagoso monólogo sobre la justicia en su tradicional concepción griega, aunque develando chuscamente por mera casualidad un componente progresista respecto al enfoque de las capacidades que años después desarrollaría Martha Nussbaum.
Las casi 2 horas que dura la película dan para analizar muchos, pero muchos temas jurídicos, aunque también filosóficos y políticos. Por mencionar solo algunos temas eminentemente relacionados con el derecho, se encuentran:
Al enterarse de la situación, Justo Leal exclama indignado: “Como si la justicia solo se hubiera hecho para los que tienen con qué”. Y sí, algo habrá de cierto en el dicho de Cantinflas, pues desde hace ya algunos años Marc Galanter se ha encargado de demostrar que los resultados de los litigios antes que depender de los jueces o de las propias normas en juego, obedecen en gran medida al poder económico y mediático de los grandes y prestigiosos despachos de abogados.
3. Tons, como quien dice…
Hace un par de meses se estrenó una fallida, aunque taquillera, película biográfica sobre Cantinflas, protagonizada por el actor español Oscar Jaenada. A pesar de que antes que un largometraje, dicha obra parecería asemejarse más a una trivial telenovela melodramática, resaltan ciertos aspectos en la vida de Mario Moreno que lo develan como alguien estrechamente involucrado en temas jurídicos.
Desde pugnas sindicales y defensa de derechos laborales entre el gremio actoral, pasando por desplegar un alto contenido de moralidad en sus actuaciones (que bien podrían servir para explicar el anacrónico delito de vagancia y malvivencia, o conceptos como la moral pública y las buenas costumbres), o asimismo por enaltecer valores como la equidad y la solidaridad, hasta una disputa entre sus herederos por los derechos de sus películas que incluso llegó a la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; el contenido que se puede desprender del estudio de Cantinflas y el derecho por un lado es mucho, pero por otro lado es poco.
[1] FERRER MAC-GREGOR POISOT, Eduardo, “Prólogo. El cine como enseñanza visual del Derecho. A cien años del natalicio de Cantinflas”, en REVIRIEGO PICÓN, Fernando (Coord.), Proyecciones de derecho constitucional, Tirant lo Blanch, Valencia, 2012, pp. 11 y 12.
[2] ATIENZA, Manuel, Curso de argumentación jurídica, Trotta, Madrid, 2013, p. 11.
[3] FERRARI, Vincenzo, Derecho y sociedad. Elementos de sociología del derecho, traducción de Santiago Perea Latorre, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2006, p. 196.
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