Contra las togas (2/2)

  • Atavismos vigentes
  • Aunque cada vez son menos los países en los que obligatoriamente se requiere el uso de una toga para comparecer en juicio por parte del abogado, la imagen social del mismo se mantiene enfocada en tratar de distinguirse de los demás. En un estudio correlacional de 2003, un profesor colombiano descubrió, a través de una pequeña muestra en la Universidad en la que se desempeña,[1] que antes que la preparación profesional, la ética, las competencias comunicativas o la honestidad, es la presentación personal el aspecto más valorado socialmente en el abogado. Y aunque dicha investigación no puede ser representativa o lo suficientemente amplia para obtener conclusiones generales, sí nos recuerda que la profesión de los abogados se ve al final del día como una profesión de formalismos, de gestión de relaciones públicas.[2] La arraigada idea de que “las formas en el Derecho son importantes”,[3] conjuga una de las características más dañinas que desde la época romana se mantiene hasta hoy en día, a través de diversos instrumentos que afianzan su posición en sociedad: la exclusividad en el gremio como barrera de diferenciación social.
    1. Recetas, ocurrencias y hasta disparates para “dignificar” la profesión de abogado
    Se necesita discutir tanto recetas como ocurrencias para tratar de hacer algo con el ejercicio de la abogacía en México. Si de lo que se trata es de “dignificar” la profesión, creo que antes que pensar en atuendos, en vanos e inaccesibles códigos deontológicos, en reformas abstrusas y poco realistas, se debería intentar acercar el derecho a la experiencia cotidiana. Luchar contra ese hermetismo que tanto caracteriza la cuestión jurídica y hacerla más accesible no solo para sus operadores, sino, y sobre todo, para la sociedad. Para llevar a cabo esto, antes que reunir a un grupo de expertos cuya visión de la profesión sea totalmente idílica, o proponer lo de siempre para que nunca se cambie nada, haría falta aportar recetas y ocurrencias. Razones y argumentos antes que disparates. A continuación, algunas recetas, ocurrencias y hasta disparates para “dignificar” la profesión de abogado: Recetas
    • Reforma del lenguaje jurídico.
    • Ampliar y fortalecer la figura de los defensores de oficio.
    • Promoción y difusión de métodos alternativos de resolución de conflictos como la mediación, la conciliación, o el diálogo.
    • Reforma en materia de educación jurídica.
    Ocurrencias
    • Exámenes estandarizados para titularse.
    • Tazar los honorarios.
    • Manuales de estilo y redacción de demandas.
    Disparates
    • Uso obligatorio de pelucas.
    • Latín como lenguaje oficial en la redacción de demandas.
    1. Conclusión
    Espero sinceramente que estas líneas no provoquen que se abra una petición en change.org contra las togas, tampoco que se genere algún tipo de debate al respecto, ni mucho menos se levante el más mínimo interés sobre el tema. Que esto suceda así, sería una buena señal de la poca importancia que tiene el uso de la toga en la abogacía. Suficiente tenemos con un artículo de Cruz Barney y este lamentable intento por replicar disparates. [1] Rojas, Mauricio, “No el abogado, “mejor el doctor””. La imagen social del profesional del Derecho”, en Revista Estudios Socio-Jurídicos, 11(2), Universidad del Rosario, Colombia, julio – diciembre, 2009. [2] Vid. Ibíd., cit., pp. 288 – 290. [3] ALAMAR LLINAS, Marcelino, “La sensibilidad del abogado”, en MUÑOZ-COBO GONZÁLEZ, Diego (coord.), Sobre el Alma de la Toga, Tirant lo blanch, Valencia, 2009, p. 83.]]>

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