Por Diego Cano y Lucas Malaspina,
Socios en RTP Advisory Services, agencia consultora de estrategia digital.
La victoria altamente probable de Bolsonaro en Brasil le debe mucho a una estrategia agresiva en WhatsApp.
En México, al igual que Brasil, WhatsApp está más extendido que el propio Facebook y durante la última campaña en la que venció López Obrador se vieron algunas embrionarias operaciones de comunicación no oficial destinadas a confundir a los votantes. América Latina, con varias campañas electorales en ciernes, tiene en estos casos un espejo interesante para observar lo que puede llegar a pasar.
En India las recientes elecciones también fueron llamadas “las elecciones del WhatsApp” e incluso el Estado solicitó a Facebook (dueña de WhatsApp) que controle la situación en la plataforma para evitar que se propaguen contenidos provocativos puesto que noticias falsas y virales terminaron una serie de linchamientos masivos y asesinatos en ese país en lo que va del año.
El caso es que la abrumadora victoria de Jair Bolsonaro tiene mucho de campaña de odio a través de WhatsApp. La figura de Bolsonaro, cuya confirmación en el ballottage parece inevitable, ha sido asimilada a la que protagonizó en su momento Donald Trump en múltiples aspectos. No sólo el candidato se impuso por sobre la corrección política y buena parte del establishment mediático y cultural sobre amplios sectores de la población a fuerza de virulencia verbal, racismo y solidaridad con tópicos de extrema derecha, sino que hizo pie en las redes sociales mucho más que en los medios tradicionales. Un terreno fértil, por otra parte, para la proliferación de fake news.
Si Facebook fue el medio predilecto para la campaña trumpista de atemorización pública, Bolsonaro se hizo fuerte en WhatsApp. Así, muchos votantes fueron chamaqueados con noticias falsas cuando recibieron la novedad de que Haddad se había retirado de la competencia presidencial, o de que grandes empresas se preparaban para despedir a un millón de personas ante un eventual triunfo del petista o que la ex Presidente Dilma Rousseff había participado en el asesinato de ciertas personas en su militancia en los setenta.
Los escándalos que involucraron a Facebook a raíz de la última campaña presidencial estadounidense explican en buena parte los cambios de algoritmo que ahora limitan la circulación de información de origen dudoso en su plataforma. En varios países, Facebook se está asociando con sitios de verificación de datos, lo que a su vez reabre los debates en torno a la libertad de prensa y el poder de censura en las redes sociales.
WhatsApp se ha convertido en el nuevo medio privilegiado para las campañas oficiales y también para las campañas sucias. Hay que tener en cuenta que en Brasil, por ejemplo, 122 millones de personas usan WhatsApp (un 60% de la población). Si bien todavía no permite publicidad, la plataforma de mensajería ya se ha percatado de su potencial: una actualización reciente ha habilitado cuentas “de empresa” que permiten enviar mensajes a millones de usuarios con previa autorización.
En Brasil, la utilización de medios digitales está regulada por la Ley 13.488. Pero más allá de la campaña oficial, Bolsonaro ha estirado las normas hasta el paroxismo por vías informales. En una entrevista televisiva, el candidato ha declarado que no se hace responsable por aquello que difunden sus seguidores voluntarios, en quienes descansa la campaña negativa sobre el candidato del PT. Con ese argumento, se calcula que ha logrado integrar miles de grupos de WhatsApp y ha llegado a millones de votantes con un mismo mensaje en cuestión de segundos desde cuentas falsas. Esto no podría hacerlo sin la contratación de grandes servidores que le proveen miles de chips no identificados y enormes bases de datos segmentadas sociodemográficamente.
De hecho, el Tribunal Superior Electoral confirmó que Bolsonaro contrató a la agencia AM4 por más de 30 mil dólares. Una investigación del Folha de San Pablo, uno de los principales diarios del país, reveló la existencia de una red empresarial de contratación de otras agencias como Yacows, Croc Services o Quickmobile para financiar de manera clandestina la campaña del ex capitán del ejército. Las sucesivas revelaciones periodísticas golpearon al candidato en la recta final. El colmo es que entre las centenares de miles de cuentas de WhatsApp bloqueadas por distribución de “contenido anormal” está la del propio hijo de Bolsonaro.
Esta viralización hizo pie especialmente entre los evangelistas, señaló el contricante Haddad en una denuncia que logró que el Tribunal Superior Electoral mandara a remover 35 noticias falsas de Facebook y Google, una medida evidentemente inocua. El potencial de viralización en WhatsApp es inmenso, y por la manera en que se usa, lo que la hace más especial para los intereses oscuros, es que salvo la empresa, prácticamente nadie puede rastrear quién fue el primero en subir un determinado contenido.
Como ocurre en otras plataformas, y Twitter es ejemplo claro de esto, los contenidos con mayor interacción son los que exaltan el odio y el enfrentamiento social. Sin la creación de nuevos límites legales al uso de campañas negativas, las futuras campañas políticas de América Latina nos deparan más odio, polarización y clima de agresividad que estabamos empezando ya a encauzar en nuestros países.
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