El impacto de la tecnología en la educación jurídica 1/4 (Rumbo al Congreso de Educación Jurídica del CEEAD 2016)

El próximo 29 de abril de 2016, participaremos el Congreso de Educación Jurídica, organizado por el Centro de Estudios Sobre la Enseñanza y el Aprendizaje del Derecho (CEEAD). En ese contexto presentaremos durante las semanas previas al congreso una serie de cuatro artículos con los que pretendemos compartir con nuestros seguidores la posición que Borde Jurídico tomará en las mesas de discusión.

Proponemos un punto de partida sugerente (o polémico) respecto al tema que nos atañe: el estudio de lo jurídico es cada vez más un terreno descentralizado, es decir, que es un estudio que ya no solo abordan quienes han decidido estudiar la carrera de derecho. Filósofas, sociólogas, politólogas, antropólogas, periodistas, comunicadoras (y, por supuesto, también sus pares masculinos) exploran cada vez con mayor dedicación y decisión el estudio del derecho. Hemos empezado a transitar hacia una comprensión multidisciplinar de lo jurídico. Por una parte, esto es el resultado de la comprensión del derecho como una institución social capaz de delinear las relaciones sociales de forma profunda (como la moral, la economía, la política, etc.); por otra, es el resultado una comprensión del derecho como un instrumento de liberación que sirva para consolidar las exigencias de los diversos movimientos sociales y de la ciudadanía en general.

Significativamente, el estudio del derecho no sólo ha trascendido las aulas de las escuelas y facultades de derecho para retomarse en otras instancias académicas, sino que ha rebasado la barrera de las academias y los círculos jurídicos tradicionales para colocarse en boca de la ciudadanía. Ésta ha volteado a ver el derecho intentando apropiarse de él. Presenciamos pues desarrollo de una conciencia democrática que parece extenderse cada día con mayor fuerza.

Tanto para la expansión de la cultura democrática, como para la ciudadanización del derecho, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han jugado un papel decisivo, sobretodo aquellas que han planteado métodos de comunicación en los que las usuarias (y sus pares masculinos) tienen expectativas de horizontalidad como en el caso de los blogs y las redes sociales.

El periodismo digital independiente (aunque a veces también los periódicos digitales tradicionales), los blogs, las plataformas de colaboración remota (como Change.org) han potenciado los alcances de una cultura democrática enfocada en el derecho. Para ello, la utilización de medios eficientes y veloces para la distribución de la información como las redes sociales, así como el uso materiales visuales dinámicos (infografías, videos, etc.) ha sido indispensable. La posibilidad de compartir información jurídica sustantiva de forma rápida, clara y eficiente ha generado interés por el derecho en sectores que tradicionalmente observaban a éste como una herramienta que utilizan los políticos para justificar engaños o conductas autoritarias.

Observamos en el mundo una especie de vuelta rousseauniana, un entusiasmo democratizante que nos indica que las sociedades cada vez están menos dispuestas a permitir que la discusión sobre el derecho esté monopolizada por los parlamentos, los tribunales, la academia u operadores jurídicos en general. Las TIC, junto con la creatividad de diseñadoras, programadoras, politólogas, abogadas (y sus pares masculinos), se construyeron como el canal idóneo para darle cauce a ese ímpetu democrático. Así, la ciudadanía escudriña cada vez con mayor profundidad en las fuentes del derecho con la finalidad de asentar con mayor fuerza exigencias de justicia, transparencia, rendición de cuentas, democracia.

Pero aclaremos algunas cuestiones para no generar falsas expectativas o “sueños de la razón”. No es que estemos ya en un horizonte de cultura democrática en el que la ciudadanía participa activa y constantemente en el debate jurídico. No, más bien estamos ante las puertas del “castillo del derecho[1]”. Aún están cerradas las puertas y resguardan los aposentos de la realeza jurídica con cerrojos forjados a base de un lenguaje técnico de élite y una retórica inaccesible. Las puertas comienzan a mostrar ya descomposición y la polilla ha dejado huecos que dejan ver algunos de los recovecos del castillo. La información ha comenzado a fluir y a compartirse, pero la comunicación y diálogo al respecto aún es deficiente.

No nos engañemos, también son élites las que a través de las TIC comienzan a adentrarse en el otrora inaccesible castillo. El Internet no es aún un medio universal de comunicación, ni mucho menos, pero ha ampliado los horizontes. Lo que antes estaba restringido a grupos académicos o políticos, ahora puede ser consultado por miles de personas que no necesariamente pertenecen al selecto grupo. Para beneplácito de muchos y horror de otros, el derecho ha comenzado a aprenderse en círculos de comunicación autónomos fuera de las aulas. Así, el primer reto para la enseñanza del derecho en razón del impacto tecnológico, implica comprender que son muchas y muchos quienes están construyendo un derecho en “código abierto”.

[1] Si la imagen le recuerda a Franz Kafka, no es por coincidencia.

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