"Paso del Norte", un cuento de Juan Rulfo sobre migración

Juan Jesús “Tito” Garza Onofre/ @garza_onofre

  1. Fantasmas que toman vida…
Un conocido chiste metaliterario dice que si uno quiere aparentar ser culto, hay que afirmar con seguridad y vehemencia haber leído las obras completas de Juan Rulfo. Porque difícilmente alguien iletrado podrá imaginar que el total de la producción literaria de este afamado autor jalisciense se limita solo a dos libros, Pedro Páramo y El llano en llamas. Dos obras breves que aunque mundialmente traducidas, exitosamente comercializadas, analizadas y sobre-analizadas, y leídas y releídas, siguen teniendo algo que decir. Generando consecuencias incesantemente, como un infinito efecto dominó, parecería que los breves textos rulfianos no solo a lo largo de los años han multiplicado la extensión de sus páginas, sino que se encuentran más vivos que nunca.
  1. ¿Usté cree que eso es legal y justo?
Un hecho que ha pasado un tanto desapercibido en el marco de las celebraciones del centenario de Juan Rulfo es su proceso de formación educativa. Pocas personas conocen que la primera opción del joven nacido en Sayula para estudiar una carrera profesional era la de abogado, igual que su abuelo. Sin embargo, existen dos versiones que explican el porqué Rulfo no terminó ejerciendo la profesión jurídica.
  • La primera, porque a Rulfo le fue negado el ingreso a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional en la capital del país, por no conseguir la revalidación de sus estudios de bachillerato en Guadalajara.
  • La segunda, porque el Derecho le deja de interesar y prefirió irse de antemano a la Facultad de Filosofía y Letras, de la cual también es rechazado.[1]
A pesar de ambas historias, no solo es que Rulfo no haya terminado de abogado, sino que nunca obtuvo una licenciatura, pues al ser rechazado dos veces de la Universidad (sea de dos facultades distintas o de la misma), este se vio en la necesidad de continuar su educación por vías no formales, es decir aprendiendo por su propia cuenta, asistiendo de oyente a distintas clases y conferencias. En ese sentido cabe destacar que, como él mismo lo ha afirmado en un par de entrevistas, en la época en que asistió a la Universidad Nacional tuvo la oportunidad de adquirir las enseñanzas de maestros como Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, así como también de uno de los más grandes juristas en la historia de México, Eduardo García Máynez.
  1. El llano en llamas
Publicado en 1953, el primer libro de Juan Rulfo recopila diversos cuentos que retratan una paisaje tan parco como profundo, ese espacio viril, sórdido, silencioso, árido y miserable cuyo común denominador resulta de la mezcla entre un exacerbado regionalismo y los inacabados resultados de un violento proceso revolucionario. Al evocar en el título de su obra al campo y al fuego, a la calma y a la exaltación, Rulfo evidencia la contradicción de ese lugar que por costumbre llamamos México. Un territorio rebasado por su propia realidad, cuya existencia constantemente está en entredicho, a duras penas subsistiendo, reinventándose seguido para continuar sobreviviendo. Y es que como bien menciona Héctor Abad Faciolince, en un ensayo[2] recientemente publicado a propósito del centenario de Rulfo, “Cuando no hay un punto de apoyo en la realidad para explicar el horror de lo real, no queda otro camino que recostarse en “los hábitos de la imaginación”, es decir, en la fantasía”. Allí, justo en ese no-lugar, en lo irreal, en lo efímero, es donde el llano sigue en llamas, donde México sigue siendo México.
  1. No hay más que ir y volver
Uno de los cuentos de Rulfo en los que se evidencia burdamente los arduos procesos sociales a los que se enfrentaron los campesinos mexicanos después de la Revolución se encuentra en Paso del Norte. Un relato dialógico entre un padre y un hijo, que en dos diferentes momentos aborda el fenómeno de la migración. Primero, a través de la compleja decisión que implica abandonar un territorio, algo mucho más que un mero lugar geográfico, una renuncia personal, un despojo a los suyos, a sus raíces, a su impostergable presente, en búsqueda de diferentes alternativas y oportunidades en el futuro. Después, por medio del retorno que, aunque frustrado y violento, reivindica la impasible condición del que migra. Del carácter de esas personas que conforman un paradójico movimiento social que se encuentra transformando nuestro entorno. Así, en su libro Había mucha neblina o humo o no sé qué, Cristina Rivera Garza afirma que “los textos rulfianos son, sobre todo, textos en proceso de migración… Escudriñan el territorio mientras lo fundan”.[3] En ese sentido, las personas migrantes son los subversivos de nuestro presente y del futuro de los que nos relevaran.
  1. Me voy pal Norte. ¿Y allá pos pa qué?
En Paso del Norte, los protagonistas se sitúan en un contexto desolador, en una de las muchas “zonas agrícolas que padecieron, más que otras, la atropellada transición política y económica de la República tras la Revolución mexicana. Lugares en los cuales la tierra difícilmente pudo dar fruto al no ser cultivada debido a que los hombres eran reclutados para luchar, estuvieran o no de acuerdo”, en un espacio en el que “el hambre, el miedo, la inestabilidad social y las fluctuaciones de poder resultaban los temas de cada día”. De ahí que, en el cuento en cuestión, la persona que decide migrar no solo lo hace mirando hacia Estados Unidos, sino también justificando su decisión en el dinero, en hacerse rico, en esa exitosa y afamada noción que encierra el “sueño americano”. Porque bajo ciertas perspectivas hegemónicas, parecería que la única manera de organizar el mundo es la desplegada por los países occidentales, situados en la parte superior del planisferio. En esa idea monetarizada de la vida, extremadamente liberal, individualista, consumista y uniforme que ha propagado el denominado norte global, y que no ha hecho otra cosa más que mercantilizar cualquier aspecto de la sociedad. Si bien en la primera parte del cuento los anhelos parecerían que solo pueden ser cristalizados al abandonar el territorio de origen y migrar hacia el norte, en la segunda, los sueños se rompen y el destino se torna inalcanzable. No siempre el mejor rumbo se encuentra hacia el norte. Las soluciones también pueden estar en otras latitudes. No por nada el mismo Rulfo denominaba a Paso del Norte su único cuento antiimperialista.[4]
  1. El de la migración se me arrimó por la tarde
Los muros no necesariamente se construyen de ladrillos. Hay muros intangibles que se materializan en engorrosos trámites, o en el ejercicio de la violencia institucional por parte de policías, militares, y agentes migratorios. Casi al finalizar el cuento, cuando el hijo le describe al padre la forma en que fue deportado, en la que tuvo que cuidar el cuerpo de su amigo fallecido al cruzar la frontera, se relata con precisión la forma en que sin el mínimo respeto por el debido proceso, o los derechos de las personas, un oficial amedrenta, amenaza, y golpea al migrante recién llegado a territorio mexicano. Como si el cruzar fronteras quitara derechos, e hiciera a las personas menos humanas, el regreso al país de origen no debería ser un obstáculo más para los paisanos en retorno. Migrar no es delito, no atenderlo, o en todo caso ignorarlo, sí lo es.
  1. Fantasmas que toman vida y después la vuelven a perder
Entre la violencia, las desigualdades sociales y la pobreza, las eternas promesas fallidas y las injusticias cotidianas, México es habitado por voces que claman ser escuchadas, por luces que anhelan nunca apagarse, y que, sin embargo, al final todo termina perdiéndose en el olvido. A manera de fantasmas, las frases, los personajes, las intenciones, y en general las exigencias de la narrativa de Rulfo aparecen y desaparecen constante y difusamente en nuestro entorno. En concreto, respecto a la cuestión migrante, el mismo escritor comentó en una entrevista sobre la relación de México y Estados Unidos que: “Sí, fuimos sometidos a su poderío económico y, ciertos países nuestros, hasta al político. Pero, culturalmente, ellos jamás han podido someternos ni tampoco influirnos por la sencilla razón de que no comprenden la mentalidad latinoamericana, profundamente ajena a la anglosajona”. Entonces, dependerá de nosotros mismos, como se lee en Pedro Páramo, guardar nuestro dolor en un lugar seguro. Y no dejar que nunca se nos apague el corazón.
[1] BARRIENTOS, Fernando, Juan Rulfo: El regreso al paraíso (Jalisco Biografías), Universidad de Guadalajara, México 2007. [2] FACIOLINCE, Héctor Abad, “El sufragio de las almas”, en Letras Libres, 17 de mayo de 2017. [3] RIVERA GARZA, Cristina, Había mucha neblina o humo o no sé qué, Literatura Random House, México, 2016, p. 69. [4] RULFO, Juan, “Juan Rulfo examina su narrativa. Transcripción de María Helena Ascanio”, en Escritura 2 – Teoría crítica literaria. Escuela de Letras, Universidad Central de Venezuela, junio – diciembre 1976, p. 309.]]>

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