Birdman o La Popularidad y La Felicidad En El Derecho

“La popularidad es la prima puta del prestigio” Según un artículo publicado en una de las revistas jurídicas de la Universidad de Chicago,[1] que sigue la base bibliográfica propuesta por “The Social Sciences Citation Index” entre 1956 y 1999, los juristas más citados “de todos los tiempos” son:

  1. Richard A. Posner
  2. Ronald Dworkin
  3. Oliver Wendell Holmes, Jr.
  4. John Hart Ely
  5. Roscoe Pound
En Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) se presenta la historia del actor Riggan Thomson (interpretado por Michael Keaton) quien, después de vivir sus años de gloria cinematográfica interpretando a un icónico superhéroe hollywoodense, intenta recuperar su prestigio a través de una arriesgada representación teatral en Broadway, que él mismo se encarga de producir, dirigir y actuar. Thomson es consciente tanto de su estancamiento profesional como del terrible peso de su pasado como actor comercial, al grado de librar una frenética batalla con su propio ego por evitar hacer lo que sea necesario por volver a conseguir el aplauso colectivo. No se puede afirmar que lo que ahora le importa al protagonista de Birdman sea la fama, pues él se sabe célebre, más bien lo que pretende es conjugar su popularidad con sus grandiosas capacidades de actuación, las cuales todos ponen en duda. Lo que le importa a Thomson, es ser reconocido no solo por ser alguien famoso, sino también, y sobre todo, por demostrar por qué precisamente es famoso. Por demostrar que su fama no se debe a su popularidad, ni tampoco a un golpe de suerte, ni mucho menos a su papel de Birdman. Riggan Thomson quiere dar a entender al mundo que su fama obedece a su prestigio. Pero como bien afirma el personaje que caracteriza Edward Norton en la película: “la popularidad es la prima puta del prestigio”, y por ende, frente a las condiciones que despliega la posmodernidad, la fama y el prestigio se confunden para dar paso a lo falaz, a lo falso y a lo efímero. De manera definitiva ser el actor más premiado no equivale a ser el mejor, ni tampoco ser el más famoso corresponde a la excelencia. Lo mismo respecto al plano jurídico, ser el autor más citado, no significa ser el más influyente, o el más leído o estudiado, o sencillamente el más lúcido dentro de un determinado campo del conocimiento. En la tradición jurídica continental, no obstante que los trabajos para saber cuáles son los juristas más citados sencillamente no existen, y las encuestas para conocer a los autores jurídicos más populares no son habituales, un importante referente (aunque difícilmente representativo por el tamaño de la muestra) fue elaborado por Héctor Fix-Fierro y Sergio López-Ayllón al preguntar a estudiantes de derecho mexicanos cuáles habían sido los autores más leídos durante el transcurso de su carrera.[2] Destacando dentro de la lista los siguientes nombres:
  1. Eduardo García Máynes
  2. Hans Kelsen
  3. Rafael Rojina Villegas
  4. Norberto Bobbio
  5. Héctor Fix-Zamudio
Analizar la metodología, el contenido, y el orden de importancia de los autores de dichas listas seguramente es un trabajo que puede aportar pistas importantes sobre educación jurídica y la formación de los futuros abogados, sin embargo, por el momento vale la pena hacer notar la profunda discrepancia entre citar y estudiar. Entre dos estudios aplicados en diferentes países, entre dos modelos de enseñanza del derecho bastantes distintos. Entre escribir libros y que alguien los lea. Entre la popularidad y el prestigio. 2. El otro Birdman, de superhéroe afligido a abogado feliz La quinta película de Alejandro González Iñárritu, no trata sobre aquel antiguo superhéroe alado que toma su poder de la energía del sol. Trata sobre la posmodernidad, la popularidad y el éxito, los egos, la industria del cine, el teatro… Sobre eso y sobre otros muchos temas que, más allá de la coincidencia en el título, no guardan relación alguna con la serie de televisión animada también llamada Birdman. La serie en cuestión, acaso podría considerarse como el clásico arquetipo de lo que debería ser un tradicional superhéroe de antaño, pues en Birdman se conjugaba la simplificada batalla entre el bien y el mal, la típica parafernalia de un ser humano dotado con súper poderes, y la estética kitsch de la ciencia ficción ideada durante la década de los sesenta del siglo pasado. Tales rasgos, aunados otros factores como la escasa simpatía tanto de sus secuaces (Birdboy, Birdgirl, o su águila Vengador) como de su insufrible y misterioso jefe (Halcón 7), la nula presencia en la historia de su alter ego humano, y en general a la rutinaria trama de sus episodios; provocaron que el éxito de Birdman haya sido más bien escaso en comparación con el de otros superhéroes como Batman, Superman, Spider-Man, o Iron Man. De ahí precisamente que dicha serie haya sido cancelada tan solo dos años después del inicio de sus transmisiones. Tuvieron que pasar más de tres décadas para que Birdman, en el año 2000, apareciera de nueva cuenta en una serie de televisión, solo que esta vez con la particularidad de que el hombre pájaro ya no ejercía su rol de superhéroe, sino que ahora sorprendentemente era abogado. En cada capítulo de la serie de caricaturas para adultos Harvey Birdman, Abogado (en inglés Harvey Birdman, Attorney at Law), el enmascarado con alas lleva casos, eminentemente de índole penal aunque también algunos supuestos de carácter civil, planteados por otros superhéroes y demás personajes animados. Así, Birdman se inmiscuye en interesantes y polémicos casos que van desde la defensa de Shaggy y Scooby Doo por posesión y consumo de marihuana, pasado por el juicio de patria potestad entre el padre de Jonny Quest y el agente secreto “Race” Bannon, hasta la trama de Pedro Picapiedra implicado como mafioso. Parecería entonces que Birdman disfrutó más (y tuvo más notoriedad) en su faceta como abogado que como superhéroe, pues el retorno de su serie jurídica se emitió a lo largo de siete años y durante cuatro temporadas. Ahora bien ¿se puede afirmar que Birdman era feliz siendo abogado? Quién sabe. Yo creo que no. Pero no porque no le gustara su nuevo oficio, sino porque a través de su personalidad, tan sobria como acartonada, este nunca se permitió develar algún indicio sobre sus alegrías o sus desdichas. Así, en igual sentido, se podría afirmar que Birdman tampoco era feliz ejerciendo como superhéroe. Independientemente de su temperamento y su carácter, el caso de Birdman resulta interesante pues, por lo general, el cambio de profesiones ocurre de forma inversa. Es decir, es común que el desencanto producido por laborar en el campo jurídico conlleve a sus operadores a buscar otras alternativas fuera de dicho terreno. Y es que todos conocemos a alguien que estudiando la carrera en derecho, o que ya siendo abogado, un día decide abandonar los temas jurídicos para dedicarse a algo completamente ajeno a los mismos. La desilusión que el transcurso por la Universidad provoca en muchos estudiantes inscritos en la carrera en derecho, ha generado la siguiente consigna popular: “Las personas entran a la carrera creyendo en la justicia y salen creyendo en el derecho”. La frase aludida cuestiona la profunda discrepancia que se presenta entre la desmesura inaugural por querer ser abogados y el final de los estudios o los primeros encuentros con el mundo laboral; también esta fuerte discordancia se presenta entre el licenciado en derecho como paladín de la justicia y en el extremo opuesto, en su faceta de cómplice del sistema en el que se desempeña. Entonces, bajo dicha lógica, vale la pena preguntar: ¿son felices los abogados? Siguiendo una arraigada tradición en la realización de estudios empíricos y en sintonía con su fervor por la filosofía pragmática, los estadounidenses aportan algunas pistas al respecto cuando desde un tiempo para acá se han dedicado a estudiar los estados de ánimo en la abogacía. Basándose en amplios y documentados estudios, realizados principalmente por varias Universidades y barras y colegios de abogados,[3] estos responden que no, que los abogados no son felices. Pues habitualmente la mayoría de los encuestados no encuentran satisfacción personal con su trabajo, se hallan cansados y hartos del ámbito en el que se desempeñan, evitarían que sus hijos estudiaran lo mismo que ellos, no volverían a inscribirse en la carrera de derecho si retrocedieran en el tiempo y resultan más propensos que el común de la población al consumo de drogas ilegales, a sufrir depresión, ataques al corazón y alcoholismo. La experiencia de los norteamericanos relatada a través de sus estudios, más allá de ser un caso aislado o encasillarse dentro de un tiempo específico o una geografía común, encuentra consonancia en la actualidad cuando las preconcepciones adquiridas sobre una determinada noción de lo que se entiende por el derecho y por sus operadores jurídicos, usualmente vienen distorsionadas por un conjunto de imágenes e ideas tan comunes como simplificadas sobre los mismos. Digamos, por ejemplo, la transformación del lúgubre justiciero Birdman en el ecuánime abogado Harvey Birdman. [1] SHAPIRO, Fred, R., “The most-cited legal scholars”, en The Journal of Legal Studies, The University of Chicago Law School, Vol. 29, No. S1, enero, 2000, pp. 409-426. [2] FIX-FIERRO, Héctor y LÓPEZ-AYLLÓN, Sergio, “De las buenas y malas razones para estudiar “leyes”. Análisis de una encuesta a estudiantes de derecho en la ciudad de México”, en Fix-Fierro, Héctor (ed.), Del gobierno de los abogados al imperio de las leyes, Estudio sociojurídico sobre educación y profesiones jurídicas en el México contemporáneo, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Ciudad de México, 2006, pp. 129-131. [3] Una cronología que sirve para ilustrar los principales experimentos realizados en la materia es posible encontrarla en el capítulo “The basis for concern” de la primera sección “A profession in distress” en vid. ELWORK, Amiram, Stress Management For Lawyers: How To Increase Personal & Professional Satisfaction In The Law, Vorkell Group, North Wales PA, 2007, pp. 13 – 18. Así como también en el apartado “Making sense of lawyer happiness data” del capítulo titulado “Are lawyers unhappy?” en: LEVIR, Nancy y LINDER, Douglas O., The Happy Lawyer: Making a Good Life in the Law, Oxford, New York, 2010, pp. 3 – 7.]]>

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